Hace años, muchos años vivía un monje llamado Mun Ha en la ladera del
monte Lugh. Este monje pasaba sus días en el templo del monasterio,
meditando y orando a Tsung-Kyan-kse, la Diosa de las almas errantes.
Ella era la encargada de conducir a las almas al paraíso, una Diosa muy
bella de piel color de nieve, vestida de oro, largo cabello y ojos de un
profundo azul turquesa.
Su gato Sinh lo acompañaba siempre, en respetuoso silencio. Era un gato
muy inteligente y noble, con sus enormes ojos como dos monedas de oro.
Una noche el templo fue atacado, en el asalto Mun Ha fue herido. Sinh
saltó sobre su amo para auxiliarlo pero él ya estaba muerto a los pies
de la imagen de la Diosa. Y algo mágico pasó entonces, el pelaje
blanquecino fue cambiando a un color dorado, las patas que tenía aún
sobre el cuerpo de su amo se convirtieron en blancas, como la nieve de
las montañas y sus ojos amarillos en azul turquesa como los de la Diosa.
La Diosa Tsung-Kyan al ver la forma en que protegió a uno de sus monjes
decidió convertirlo en su animal sagrado, que se encargaría de conducir
el alma del monje hacia su reino. Así fue como Sinh pasó siete días y
siete noches en ayuno velando por el cuerpo de su amo. Al séptimo día
Sinh murió y cumplió con el encargo de la diosa de llevar el alma de su
amado amo al paraíso. A partir de ese día todos los gatos del monasterio
fueron transformados y se cree que cada vez que un gato “Sagrado”
muere, es el alma de un monje que entra en el paraíso.